lunes, 4 de julio de 2011

LA FAMA DE LA LOMA


 DE DONDE VIENE LA FAMA



 
La loma conocida así popularmente por los habitantes del pueblo de San Andrés Solaga, nace a un costado del Río Progreso, que sirve de colindancia a Solaga con el territorio de Yalina y Zoogocho, por la zona de la mina, esta elevación se acentúa en la parte que ahora conocemos como La colina, para bajar de nivel en la parte que ocupa el panteón municipal y vuelve a subir por el lado del Bachillerato Integral Comunitario (BIC), que colinda con la Escuela Primaria. Quien llega de la ciudad capital del estado a la comunidad, arriba por el lado poniente del pueblo, la primera parada del autobús es en el crucero que forman las calles de Progreso que conduce hacia el centro de la población y la calle Balachila (en honor al fundador del pueblo) que recorre toda la loma hasta extinguirse por el Barrio de los Remedios, a la izquierda hay una casa tipo residencial con balcón y barandal y del lado derecho, dividido por una explanada que sirve de recepción a los visitantes, se localiza La escuela primaria con su cancha de básquet, que se ubica en donde antes estuvieron las primeras aulas de la escuela primaria.
La residencia que hoy vemos en la esquina es propiedad del señor Emiliano Salvador y se trata de una edificación reciente, vino a reemplazar una antigua casa de adobes y tejas que ocupaba solo la parte del fondo del predio y contaba con un patio tipo terraza por la elevación del terreno, rodeado por una cerca de nopales. Era la casa de don Alfonso Sánchez, artesano, fabricante de canastos, de bejuco. Este patio era el sitio de reunión cuando ocurría algún acontecimiento relevante que venía a alterar la vida cotidiana de los vecinos, la llegada de algún visitante distinguido que llegaba de la ciudad capital, algún camión en los años sesentas, sobre todo en vísperas de alguna festividad, el arribo de alguna banda de música o simplemente para observar la ceremonia cívica de la escuela primaria los días lunes. Paso obligado de los arrieros de los pueblos cajonos, quienes hacían escala en Solaga, en camino a la plaza de Talea y los pueblos del rincón, algunos se hospedaban en la casa de don Alfonso, hombre solitario nunca le conocí mujer, era físicamente de complexión robusta, de parpados y labios caídos, nariz chata, chaparrito, cojeaba un poco, así era don “bonch”como le conocíamos sus amigos cariñosamente, de vez en cuando preparaba tepache y regalaba a los amigos, otros viajeros se quedaban en la casa del sr. Felipe Salvador, cuya esposa siempre tenía la olla de café lista para esas visitas esperadas, los animales de carga burros, caballos y mulas, quedaban amarrados a los costados del camino.
El sr. Felipe era alto, delgado, de rostro anguloso, tenía múltiples habilidades que yo recuerdo, era mecatero, en algunas ocasiones por diversión le ayudé a dar vuelta a la manivela del torno que va torciendo el ixtle para formar el lazo, en otras ocasiones lo observé como carnicero, mataba y descuartizaba reses y puercos, castraba ganado, preparaba la barbacoa de borrego al horno, con el chintesle (pasta de chile guajillo y chile onza rojo con ajo), hojas de aguacate y las pencas de maguey, hacia adobes y tenía horno para fabricar tejas y tabiques rojos, esos eventos convocaban a la gente para platicar y ver el proceso de cocimiento de la tierra, fue distinguido maestro de danza y además músico, para acompañar sus danzas ejecutaba la flauta, el clarín y el tambor, para danzas regionales como los negritos, san marcos, malinches, entre otros, él mismo tallaba las mascaras para los danzantes; su fama trascendió, al ser contratado por otras comunidades, para desarrollar sus danzas, en las festividades de estos pueblos.
Para acompañar el café ahí mismo se localiza la zona de los panaderos con sus hornos de leña, los panes más buscados eran y siguen siendo hasta hoy los de Silvina y su cuñada Nieves, preparados en horno tradicional, la segunda opción era la casa de don Luis, con los panes de doña chona y doña Inés y de ahí a la casa de don Pedro Sánchez y su señora Nieves que también se dedicaban al pan, don Pedro fue también un notable maestro de danza, entre otras puso la danza de la sota y los huenches nenes.
En este barrio también se ubicaban los mejores peluqueros del pueblo, Eutimio y Gregorio Enriquez (el popocha), el interior de su peluquería estaba tapizada con recortes de periódicos deportivos, con fotos de boxeadores de la época como: Efrén "el alacrán" Torres,Ultiminio Ramos, Vicente Saldivar, "el Kid" azteca, el Ratón Macias, canelo Urbina, entre otros. El casquete corto era la especialidad de la casa, en la espera se podían hojear revistas y periódicos deportivos atrasados y alguna fotonovela.
Hubo algunos que cultivaron la amistad de don Fermín Hernández (mesh), su esposa Victoria preparaba deliciosos caramelos de los que se conocen como “charamuscas” una combinación de panela derretida y pepita molida, a él se le facilitaba narrar historias, tenía mucha fantasía para los relatos, su tema favorito era la cacería, con sus lentes de aumento casi en la punta de la nariz, se la pasaba limpiando y aceitando su rifle calibre 22, con el cual había cazado todo tipo de animales voladores y de cuatro patas, de sus dos hijos varones, Pánfilo y Abel, el primero se casó con una de las hijas del señor Tiburcio Martínez, Marcelina Martínez y se distinguió como el mejor cazador del pueblo por algún tiempo (donde ponía el ojo ponía la bala), además de ser maestro albañil, trabajó el campo y destacó como un excelente torero haciendo pareja con Demetrio Miguel y buen jinete para el jaripeo, dándose a conocer también como un buen jugador de básquet, resultando campeón canastero en varios torneos, el otro hijo se dedica actualmente a la herrería.
La señora Petrona vendía dulces y petróleo, al parecer acumuló cierta cantidad de dinero que dejó caducar, tenía dos hijos, Adela y Héctor de quien recuerdo que se dedicaba al pastoreo de ganado, y después, empezó a recibir encargos para tallar los yugos para la yunta de bueyes, también preparaba las correas (coyundas) para uncirlos al yugo, hacía los arados, soldaba los casos de lamina que servían para el cocimiento del jugo de caña en la preparación del melado para la panela o piloncillo, tallaba los moldes de madera para servir el melado y resultó además plomero y electricista y está casado con "maty" la mejor pastelera de la comunidad.
Rodeaban las casas de estos vecinos la casa del señor Tiburcio Martínez (1893-1989), (Tiburs shep), uno de los hombres notables y respetables del pueblo, “boch” como le llamaban los amigos, gozaba de un gran sentido del humor, vacilaba a propios y extraños. De joven salía a recorrer sus dominios a caballo blanco, hombre trabajador, supo aprovechar las condiciones benéficas del clima en la región, tierra caliente, templado y frio, cultivó el maíz, la caña, el café, calabazas, chilares, entre otros, dio trabajo a mucha gente tanto del pueblo como de pueblos vecinos. Hombre entusiasta don Tiburcio incursionó en el campo de la música, llegó a tocar el clarinete y tocó hasta que se cansó, a los setenta años, en su último gesto por la música decidió donar su instrumento a la banda de su pueblo, trató a músicos de la talla de “Chuy” Razgado y Diego lnnes, cuando este era director de la banda del estado. De carácter sociable salía a caminar por el camino principal y saludaba a toda persona que pasaba por ahí, preguntando nombre y origen a los extraños, casi siempre acababan pasando a la casa, lo que a veces contrariaba a la abuela “Chayo”, el abuelo solo decía échenle más agua a los frijoles, hizo de este modo una gran cantidad de amigos, después de diez años de muerto todavía pasaban a preguntar por él. Tuvo dos casas en el mismo barrio y tuvo seis hijos, tres mujeres y tres hombres, uno de ellos heredó una de las casas, Aniceto Martínez (Nicet shep), quien se distinguió por sus atinadas ideas que contribuyeron a transformar al pueblo en muchos sentidos, sus otros hijos salieron del pueblo en busca de mejores perspectivas de vida, y la otra casa la habitan esporádicamente.
Las reuniones de los hombres otoñales, siguieron en el patio de don Ildefonso, ocasionalmente salía el frasco de mezcal, para animar aún más la platica, aunque la mayoría era de dos o tres copas, en realidad era solo para entrar en calor en un paraje donde "sí hace aire". Los recuerdo en el ocaso de su existencia, en esas pláticas interminables, se había integrado un nuevo vecino el señor Pedro Ferra, estaba también el señor Agustín Miguel, Pedro Sánchez y como siempre hacia acto de presencia el señor Luís, de oficio ovejero, esposo de la señora Inés, con su inseparable capa de piel de borrego en la espalda, tal vez para evitar el enfriamiento, y tal vez por lo mismo el señor Alfonso no descuidaba el trabajo, el señor Felipe y don Tiburcio se ocupaban de sacar la plática a quienes circulaban por ahí, algunos les preguntaban, qué están haciendo, y don Tiburcio contestaba, aquí viendo a ver por donde viene patas flacas (nhia lhas) con el humor que le caracterizaba, desde su ubicación tenían la vista del panteón, solo los separaba la zona escolar. Así vivieron hasta que un día la huesuda se decidió después de tantas provocaciones y fue llevándose a uno por uno hasta acabar con todos ellos, y la casa nunca volvió a ser lo que era, quedó por algún tiempo en el abandono, hasta que el señor Emiliano Salvador decidió transformar el lugar construyendo una nueva casa que hoy podemos apreciar.
Mi estancia en el pueblo duró hasta los trece años de edad, en que decidí tomar el camino de la migración y ya no pude heredar las glorias que mi abuelo me ofrecía, a pesar de que me hablaba de la tierra generosa, que como una mina ofrecía tesoros que con un poco de aplicación correspondía generosa a quien la cultivaba. Opté por la salida más simple y de ese modo renuncié al compromiso de contribuir a seguir dando lustre a la dinastía de los Chepi, tal vez la falta de experiencia me llevó a tomar una decisión precipitada.
Abajo: foto de el sr. Tiburcio Martínez a los 92 años

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