miércoles, 27 de junio de 2018

LOS CUERNOS COMO SÌMBOLO DE TRAICIÒN EN EL MATRIMONIO

La expresión “poner los cuernos” o el término “cornudo” son utilizados para referirse a alguien que engaña o a quien sufre una infidelidad por parte de su pareja. Pero, ¿de dónde vienen estas expresiones?
Como sabemos, la historia está plagada de mujeres poderosas y malvadas que además han practicado la hechicería, para desgracia de los pueblos que cayeron bajo su dominio. Y en la mitología también se encuentran esos personajes.

Una de ellas es Pasífae (“la que brilla para todos”), quien se ufanaba de que era hija de Helios, el dios Sol. Pasífae tuvo relaciones sexuales con varios varones. Por eso, según escribe el sacerdote católico y mitólogo mexicano del siglo XIX, Ángel María Garibay, en su obra Mitología Griega, ella tuvo hijos de diversos padres. De Zeus tuvo a Ammón, que llegó a ser un importante dios de los egipcios. De Hermes, el mensajero de los dioses griegos, tuvo a Sidón, quien fuera fundador y rey de Sidonia. Y de Minos, su esposo, quien era rey de Creta, Pasífae tuvo a Acacalis, Ariadna, Androgeo, Catreo, Glauco y Fedra. Otros autores como el francés Jean Francois Michel Noël, dicen que además Pasífae fue madre de Deucalión y Astrea.

También Minos, el marido de Pasífae, era aficionado a las aventuras sexuales. Sin embargo, a todas las mujeres que tenían relación sexual con Minos, la malvada Pasífae las mataba haciendo que fueran mordidas por víboras venenosas. Para eso Pasífae untaba el cuerpo de su marido con un ungüento mágico perfumado, que a él no le hacía daño pero al impregnarse en los cuerpos de las mujeres con las que Minos se acostaba, atraía las víboras hacia ellas.

Sin embargo, como siempre ocurre al menos en las leyendas, Pasífae tuvo el castigo que merecía.

Cuando Minos ascendió al trono de Creta, quiso ofrecer un sacrificio a Poseidón, suplicando al dios del mar que le enviase un toro como víctima. Poseidón escuchó el ruego del rey e hizo surgir de las aguas del Mediterráneo un fiero y enorme toro blanco que, tras arribar a la playa, ofreció, con mansedumbre, la cerviz al cuchillo que iba a cometer el sacrificio. Pero Minos, impresionando por la fuerza, la majestuosidad y la belleza del animal, resolvió no sacrificarlo y ofrecer a Poseidón otro toro en su lugar.

Irritado Poseidón por tal ofensa, inspiró al toro un furor salvaje: el animal rompió sus ataduras y se dedicó a recorrer toda la isla arrasando todo cuanto encontraba a su paso. No terminó ahí la terrible venganza de Poseidón contra Minos. Infundió también el dios una irreprimible pasión en la reina Pasífae, la cual, consumida por el deseo, perseguía al toro divino por los campos de Creta. Fue entonces cuando Dédalo, que estaba al servicio de la casa real cretense, halló el medio para que la reina viese satisfechos sus apasionados deseos: construyó en madera la estructura de una vaca, la revistió con una piel de vaca auténtica y, colocando a la reina en el interior, consiguió de inmediato atraer la atención del toro, que no tardó en fecundar a Pasífae. De esta unión nació un extraño ser que tenía cuerpo de hombre y cabeza de toro: el famoso Minotauro.