viernes, 21 de octubre de 2011

TRADICIONAL DÍA DE MUERTOS EN SOLAGA


Las creencias que justifican la tradición del día de muertos, se originan en la necesidad de trascendencia después de la muerte, que ha preocupado a todos los grupos humanos; al negarse la desaparición total, ha permitido el desarrollo de concepciones míticas del mundo de los muertos.

En el México antiguo, durante la época en que acababa de levantarse la cosecha a finales de octubre y principios de noviembre se ofrendaba a los dioses, flores de cempazúchitl y tamales de maíz.

Respecto a la celebración de todos los santos, en la actualidad conserva elementos de ceremonias indígenas que se han mezclado con la celebración cristiana de Todos Santos. En Solaga la actividad generalmente inicia desde una semana antes con el trabajo comunal de limpiar el panteón, los días 30 y 31 de octubre, se llevan a cabo los días de plaza, en donde las familias se proveen de flores, incienso, velas, veladoras, productos comestibles y otros artículos con que montan los altares de muertos.

Estos altares de levantan generalmente sobre una mesa cubierta con un elegante mantel blanco decorado con flores o bien con papel de china picado bajo un arco o marco (simbolizando el transito entre la vida y la muerte) hecho con ramas de fresno o frondosas cañas, donde se coloca la tradicional ofrenda, antiguamente en algunas casas, se colocaban figurillas de barro o cerámica representando a los muertos, en la actualidad ya es más común ver la fotografía de estos. 


La tradición popular señala que los muertos niños, “angelitos”, llegan el día 31 de octubre a las tres de la tarde a visitar los altares y se van al día siguiente a la misma hora. Para ellos se disponen flores blancas aludiendo a su condición de pureza, dulces y caramelos preferentemente de la región y el pan en forma de animalítos, toros, conejos, pollos, y algunos juguetes típicos.
Entre estas ofrendas se encuentra el sabroso mole oaxaqueño servido con el pavo y el delicioso caldo del mismo, el dulce de calabaza; el delicioso pan de muerto de diferentes tamaños en forma de muerto, decorado con huesos de muerto de la misma pasta, el champurrado o chocolate, el café, el agua (la vida), las tortillas de elote, además se colocan una gran variedad de frutas de temporada, el pescado capeado y sin faltar los clásicos tamales de todos los sabores, colores y olores: de elotes puro para los niños muertos, y de elote con frijol para los adultos, de mole negro, de amarillo, de chepil, de frijol para acompañar con el tradicional caldo de carne seca y por ultimo se elaboran los tamales de ejotes con camarón para llevar. El tradicional mezcal que no puede faltar en la casa de ningún oaxaqueño y el tabaco en caso de que hayan sido del gusto del difunto. Es de aclarar que los vivos también se deleitan con estos altares de comida, para estos días se requiere tener mucho estómago, ya que son días en que se come y se bebe sin moderación alguna. Se dice que una vez que los muertos han probado los alimentos estos pierden su sabor.
En todo altar de muertos no puede faltar el cempazúchitl, la flor de muerto. Los panteones igualmente se llenan de flores y gente, velas y veladoras encendidas que guían la marcha de los difuntos hacia sus hogares. El día 2 de noviembre se realiza la misa de difuntos en el panteón y se pasa lista de presentes a solicitud de los familiares, la banda de música entona marchas fúnebres para la ocasión. El 1 y el 2 las campanas doblan a la llegada de los muertos.

El culto a la muerte no es exclusivo de las civilizaciones prehispánicas, en la mayoría de las culturas antiguas se rendía culto a la muerte, pero definitivamente el “día de muertos” mexicano es la tradición más hermosa que la de cualquier otro lugar sin duda.