EL MERCADO
DEMOCRACIA DE SOLAGA
Un
hecho que todavía está en la memoria de algunos solagueños
La palabra tianguis,
tiene su origen del náhuatl y traducido al español viene a ser un mercado
público, en donde vendedores y compradores celebran tratos de compra y venta y
se lleva a cabo la práctica del trueque, intercambiando mercancía por
mercancía.
En el México antiguo
había un mercado ambulante que se instalaba según los usos y costumbres, en las
plazas públicas o en las calles en días
determinados, en este sitio se podían adquirir diversos productos como
pueden ser los alimentos, ropa y mobiliario entre otros.
Los pueblos de Oaxaca
siguieron esta práctica. En la Sierra Juárez hay pueblos que ya tienen una
larga tradición celebrando sus tianguis en días preestablecidos, entre estos
tenemos a Villa Alta, Talea, Yalalag, y
Zoogocho.
Con el propósito de
impulsar el progreso y desarrollo en la comunidad de San Andrés Solaga,
población enclavada en la Sierra Juárez, un grupo de hombres emprendedores
decidieron fundar un mercado similar a los que ya había en la región, previo
sondeo en la plaza más cercana, para valorar las posibilidades de éxito y
estando convencidos de que una nueva plaza vendría a dar mayor competitividad a
los comerciantes de la zona, el proyecto se sometió a la consideración de la
Asamblea Comunitaria quedando finalmente aprobada la idea. Se acordó por
estrategia que el mejor día de la semana para celebrar la plaza de Solaga sería
el miércoles, fijando como fecha de inauguración el 22 de octubre de 1941. Y
así empezó una aventura que duraría aproximadamente veinte años.
EL DIA DE LA
INAUGURACIÓN, LA PLAZA LLENA Y EL KIOSCO PLETORICO
Para encabezar el proyecto
de constitución del mercado se conformó un comité de voluntarios que se
ocuparon de llevar a cabo la planeación y organización del mismo, entre estos
recordamos a los señores: Luis del Valle, Crispín Bautista, Higinio Salvador,
Modesto Hernández, Manuel Salvador y Agustín Bautista. Para darle mayor
formalidad al acto inaugural, el Presidente Municipal señor Alberto Rivera
Ibarra mandó invitación por escrito a
los Presidentes y Agentes Municipales de la región.
Se elaboró un programa
de actividades para realzar el evento, de los cuales destacan: un torneo
relámpago de básquet, algunos bailables regionales y por primera vez en su
historia la comunidad recibió la visita de una banda de música de otro pueblo
para amenizar este magno evento. Fue la Banda Municipal de Totontepec, Villa de
Morelos, Mixe, la que recibió esta distinción, debido a que en aquél tiempo era
reconocida como la mejor banda de la Región Mixe, llevando a grandes músicos
que marcaron una época en la música regional y que tanto influyeron en la
Región Zapoteca, dejando a su paso una
huella imborrable en la banda de la localidad.
EL DIA DE LA MATANZA/VESTIMENTA
TIPICA
Para alimentar a los
visitantes los organizadores sacrificaron un novillo, y se pidió el apoyo de
los solagueños para donar algunos productos que se requieren en estas ocasiones
para el convivio, como son, el café, los frijoles, la panela, el mezcal, el
aguardiente, etc. Para abrir el programa inaugural y como parte de la cultura
ancestral, se celebró una ceremonia o ritual para agradecer a la naturaleza, un
grupo de hombres notables de la comunidad procedieron a enterrar una olla en el
centro de la plaza municipal, conteniendo la cantidad de doscientos pesos en
monedas de oro y plata, esperando con este acto alcanzar el éxito y la pronta
prosperidad del mercado.
INVITADOS ESPECIALES Y
AUTORIDADES POSANDO PARA LA FOTO OFICIAL, A LA IZQUIERDA AL FONDO TIENDA
LA SORPRESA, A LA DERECHA EL KIOSCO, AL
CENTRO LA ESCUELA PRIMARIA.
Las autoridades de los
pueblos que respondieron a la invitación se presentaron a la fiesta de
inauguración, con significativos presentes para obsequiar a los anfitriones, el
Tesorero Municipal señor José Maqueos, recibió: paquetes de cigarros, botellas
de mezcal, y algunos sobres sellados, entre otros.
EN LA FOTO, INAUGURACIÓN
DEL TORNEO DE BASQUET . AL FONDO UNA PEQUEÑA GALERA, ARRIBA A LA IZQUIERDA, LA
CAPILLA DE SAN ANTONIO Y A LA DERECHA SE VE LA TIENDA LA SORPRESA, ANTIGUA
COOPERATIVA.
Según las reglas
establecidas para el funcionamiento del mercado, los integrantes del comité de
voluntarios se comprometieron a adquirir el excedente o sobrante de mercancía
de los vendedores en pequeño al final del día de plaza, para que no tuvieran
que cargar sus productos a casa y también se prohibió a los solagueños llevar a
vender sus productos a otras plazas.
El medio de
comunicación para el intercambio comercial fue el zapoteco, ocasionalmente se
presentaban vendedores y compradores de otras regiones como los Chinantecos,
Mixes y gente del Valle.
Yo crecí en una calle
cercana al centro, por donde se veía el vaivén de los animales que
transportaban la carga a la plaza desde los martes en la tarde, recuas de
burros, caballos o mulas, que sumaban en número de diez, quince o veinte
animales, guiados por los arrieros, que eran los amos y señores de los caminos,
ingresaban al pueblo, algunos llegaban desde la ciudad de Oaxaca en un trayecto
de tres días aproximadamente cargando productos como el petróleo (en tambos),tan
necesario en esos tiempos, las velas y veladoras, las cajas de jabón (octagón),
el arroz, pescados, camarones, harina, la sal, etc.
Los primeros puestos se iban colocando el
martes por la tarde-noche, lo que permitía a algunas amas de casa de la
comunidad realizar sus primeras compras desde esas horas, otros vendedores y
compradores de los pueblos más cercanos procuraban llegar desde temprano, unos
para agarrar buen lugar y otros para agarrar de primera mano los productos.
El mercado que
conocimos como plaza tenía la función de dar salida a los productos locales,
tanto al mayoreo como al menudeo a los consumidores. En las tiendas
establecidas se adquirían los artículos de primera necesidad y en la plaza se
vendían los productos frescos como las frutas, verduras y carnes. La gente
acudía a vender diversos productos que se agrupaban en la plaza procurando un
estricto orden. Hombres y mujeres participaban activamente en el comercio que
se complementaba con los trabajos del campo. Las unidades de medida
predominantes eran: la onza, el marco, la libra, la arroba, la fanega y el
quintal.
Los carniceros de
Yalina se ubicaban en la antigua galera que estaba a un costado de la iglesia,
regularmente vendían carne de res y de vez en cuando mataban algún cerdo,
compartían este lugar con los vendedores de pan tanto de la localidad, como los
vendedores de Zoochila, Yalalag y la trinidad, también llegaba el pan de yema y
el pan amarillo de Etla, ahí mismo estaban presentes los vendedores de frutas,
verduras, legumbres y algunas especias, así como las plantas medicinales.
Algunas frutas más específicas como las peras, perones y duraznos llegaban de
Guiloxi, Yahuio o Laxopa, así como los chicharos y las papas, el ocote para
prender el fuego también llegaba de estos rumbos. Las frutas de tierra caliente
como el zapote negro, las ciruelas, los mangos y algunos plátanos, llegaban de
Yojovi, Tabaa y Yohueche.
Los lazos, hamacas y
mecapales llegaban del Sector Cajonos, y de Albarradas llegaban los petates,
sombreros y otros productos de palma.
Había un área especial para el ganado, donde
se podían adquirir toros, caballos, burros, chivos, borregos y los marranos
para el sacrificio también esperaban turno en este sitio, ubicado en el lugar
que ocupa actualmente la Biblioteca Comunitaria.
En el corredor ubicado
enfrente del Palacio Municipal, se encontraban los huaracheros de Yalalag y
Yalina, quienes vendían huaraches para hombres y para mujeres, para el trabajo
rudo y para el paseo. En este espacio también se encontraba la ropa típica de la región que ofrecían los yalaltecos, así
como los rebozos y cobijas y gabanes de lana, aunque una parte de estos
productos era de fabricación local, práctica que actualmente se sigue
desarrollando con respecto a la indumentaria femenina en vías de extinción. Ese
lugar era compartido con el señor José Maldonado quien vendía artículos de
mercería y la ropa de diseño industrial que empezaba a entrar a los pueblos.
En la planta baja del
corredor municipal se encontraban algunos vendedores de mercería, y por ahí
también se reunían los artículos domésticos de barro anaranjado de Tavehua y
Yohueche, la panela también se vendía en este sitio. De repente se podían ver tirados
en algún puesto aves de corral, gallos, gallinas y guajolotes, esperando un
probable comprador.
Las aguas frescas
también tenían un lugar en el mercado, el pozontle, así como algunas bebidas
refrescantes ya casi extintas en la actualidad como era el atole blanco simple
o el atole de masa agria o bien el atole de masa endulzado con panela, había
mujeres de la localidad que ofrecían comida de puesto en puesto, mi mamá era
una de ellas vendía tamales y aguas. El tepache y el pulque también se podían
encontrar en este mercado.
En el sitio que
actualmente ocupa la tienda del señor Margarito Carlos, estaba ubicado el
molino de nixtamal del señor Francisco Contreras (Chico Contreras), fue el
primer molino en establecerse en la localidad, y vino a relevar del arduo
trabajo de la molienda a algunas mujeres. Este personaje tenía entre otras
habilidades la fórmula para preparar algo muy cercano a lo que hoy en día viene
a ser una cuba de refresco y ron, con la denominación de “catalán” preparaba
una bebida a base de aguardiente, colorante, saborizante y azúcar. Así mismo
preparaba un refresco conocido como “gaseosa” compuesto de bicarbonato,
levadura, azúcar y sabores naturales de limón, naranja, etc. y libró una digna
batalla contra marcas como la coca cola y la doble cola.
En un extremo de la
cancha por el lado donde se encuentra actualmente la casa del finado Pedro
García, había una pequeña casa de dos pisos, con dos locales en la planta baja
una la ocupaba el recaudador de impuestos y el correo y el otro local lo
ocupaba el señor Juan Maldonado quien vendía utensilios para el hogar, de
cerámica, metal y plástico, y los metates poblanos de tres patas.
En seguida estaba el área de comedor que
administraba la señora Andrea Maqueos García, espacio que compartía con el
señor Luis del Valle quien tenía tienda y cantina y era el área más concurrida
en los días de plaza y de fiesta, en cierta ocasión en un día de fiesta escapó
uno de los toros del jaripeo, que en su confusión atinó a entrar al área de
comedor atropellando a clientes y haciendo todo tipo de destrozos antes de ser
sometido por los vaqueros.
Otro comedor popular
era el que ocupaba el local anexo a la tienda La Sorpresa, ahí atendía la
señora Emma Gil Herrera de Villa Alta, este lugar pasó después a manos de la
señora Virginia Reyes de Betaza, y finalmente quedó en poder de la señora
Angélica Bautista, a quien se le recuerda por los platillos típicos que ofrecía
de curiosos nombres como: ropa de cuche (salsa de chicharrón), agua de jitomate
con tepejilote (caldillo de jitomate), huevo seco (huevo revuelto en torta).
La tienda de abarrotes
La Sorpresa era uno de los establecimientos mejor surtidos del pueblo, estaba
bajo la administración del señor Juan Maldonado, quien solamente abría los días
de plaza, al pasar a manos del señor Juan García, empezó a abrir todos los días
de la semana, ahí se despachaba al
mayoreo o menudeo la mercancía que llegaba de la ciudad, así como algunos productos regionales.
Testigo mudo de los
acontecimientos que se desarrollaban en la plaza, fue el emblemático kiosco de
forma circular que adornaba el patio municipal, que se vestía de lujo en los
días de fiesta y servía de apoyo en los días de plaza a los vendedores de cal
de Laxopa, los vendedores de frutas de los pueblos del Rincón, y a los herreros
de Yalina que exhibían todo tipo de instrumentos de labranza. Ahí mismo se
podían encontrar los comales de Zoochila, zoochina y Yahuio.
Los mejores días para
el comercio de desarrollaban en vísperas de la Semana Santa, al acercarse las
fiestas principales de la localidad y de algunos pueblos cercanos, el Día de
Muertos y al finalizar el año.
Al inicio de la década
de los cincuentas vino un crecimiento del mercado gracias a la terminación de
la carretera que favoreció aún más al pueblo al entrar los camiones de gran
tonelaje que recolectaban productos como el café, el maíz y el frijol, que
llegaban de las zonas de Villa Alta y de los pueblos del Rincón, convirtiéndose
de este modo en la plaza más grande de la región.
Algunos comerciantes
deYahuio, Laxopa y yalina fueron los primeros en entrar con sus camiones a Solaga, el
señor Mateo Benítez tenía su tienda en uno de los locales que se localizan a un
costado del palacio municipal y era uno de los principales compradores de café
en la plaza, contaba con la asistencia de su sobrino Aurelio Benítez quien
llevaba la administración del negocio, este después se haría independiente de
él. El señor Felipe Robles de Zoogocho despachaba en el local que se ubica enfrente de la paletería
de Manuel Salvador y hasta ese sitio entraba su camión a cargar los productos
de la región y descargar los productos procedentes de la ciudad capital. El
primer residente en la localidad en comprar un camión fue el señor Juan García,
quien de este modo reemplazó una recua de 20 burros que acarreaban su mercancía
desde la ciudad de Oaxaca, el camión lo perdió al poco tiempo al caer este en
la curva blanca que se localiza cerca del pueblo.
Uno de los
comerciantes distinguidos de la plaza era el señor Ceferino Estrada de Betaza,
quien además de distribuir instrumentos musicales, vendía trapiches para
procesar la caña, desgranadoras de mazorcas, despulpadoras de café entre otras
maquinarias y herramientas.
De este modo el
mercado pasó a formar parte de la vida de sus
habitantes. Era un lugar de encuentro para establecer la convivencia,
para reafirmar la amistad, en un puesto, en una esquina o en una cantina.
Aún recordamos algunas
misceláneas que estaban en los alrededores como es el caso de la señora María
Ignacia, mamá de Andrés Méndez, que
atendía en su local establecido a un costado de la capilla de San Antonio y la
señora Soledad Martínez tenía su tienda en su casa, a espaldas del Palacio
Municipal. En tiempos más recientes se establecieron otros comerciantes en
algunos de los locales del centro como fue el caso del señor Vidal, Miguel Sánchez,
Adrián Lorenzo, Margarito Carlos, que vieron y vivieron la decadencia del
Mercado
La falta de unidad,
constancia, perseverancia y el abandono
de sus habitantes, fueron algunos de los factores que contribuyeron a llevar al
ocaso al otrora exitoso Mercado Democracia.
Hoy podemos ver en el
pueblo de enfrente algunas reminiscencias de lo que un día fue la plaza de San
Andrés Solaga, en la Sierra Juárez.
NOTA: fotos de aquí y
de allá.